La Congegación del "Rebaño de María" nació en Cádiz. Las primeras hermanas tomaron el hábito franciscano en la Iglesia de Capuchinos, y fue en el barrio de la viña donde comenzó su andadura.

HOJA INFORMATIVA Nº 13 - Año 1882. La naciente Institución toma un rumbo distinto

jueves, 4 de octubre de 2012
 
 
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      En 1882, toma la naciente Institución un rumbo muy distinto,  amparada por el Sr. obispo de Cádiz, D. Jaime Catalá y Albosa, que se compadece de la situación del Instituto y admira el espíritu abnegado y la forma de vida de M. Mª de la Encarnación. La casa que habitan resulta muy pequeña para albergar las habitaciones para las niñas y las dependencias separadas para la comunidad y noviciado. Como no disponen de medios para adquirir la casa que necesitan se conforman con otra de alquiler, que es algo más grande que la de la calle Consolación, situada en la calle del Puerto (hoy Zorrilla, nº 3). El Oratorio, adornado con modestia y esmero, está presidido, en el único altar, por el cuadro de la Divina Pastora, y, en los laterales, los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Un día, al pasar Madre Mª de la Encarnación por la calle Bendición, nº 8, donde había nacido el Beato Fray Diego José de Cádiz  se disgusta mucho al comprobar que esta estancia, tan sagrada para ella, se encuentra habitada por una familia que le desagrada. La Madre se atreve entonces a rogar al Beato que el Instituto pudiera contar con una casa propia, fruto de alguna donación, y ella se compromete, a su vez, a sufragar lo necesario para que su habitación tuviese la dignidad que le corresponde. Así,  una vez que ha logrado el  desalojado de aquella familia del lugar, la intrépida Madre se atreve a alquilar la habitación por 15 pesetas mensuales y coloca una cruz grande, un cuadro del Beato Diego, una lámpara encendida de día y de noche, cuyo aceite es costeado por ella con gran trabajo, y una banqueta para los fieles. M. Mª de la Encarnación visita diariamente esta instancia para suplicar la protección del Beato en su ardua misión, saliendo de ella muy consolada y dispuesta a continuar entregándose a Dios con gran abnegación.  El 15 de junio del año 1909, por órdenes superiores, se ve obligada a dejar la habitación del Beato Fray Diego convertida en Capilla, con el objeto de edificar un templo para el culto de los fieles, dejando como reliquia la habitación donde éste naciera.

Desde 1879, fecha en que salen las primeras hermanas, hasta 1886, M. Mª de la Encarnación queda sola al frente del internado, con intervalos de tiempo en los que entran unas hermanas dispuestas a seguir a Jesús en esta forma de vida austera y salen otras, que no permanecen debido a que no pueden soportar tantos sacrificios y trabajos, permaneciendo tres veces completamente sola en este periodo de tiempo. No obstante, la grandeza de corazón de esta Madre la lleva siempre a agradecer al Señor el tiempo que convive con estas hermanas, que, aunque no perseveran, le son de gran ayudan, pues, durante su  permanencia van permitiendo que la semilla del naciente Instituto no se marchite  y, en un futuro,  pueda brotar con nueva vida.

 

Mª de la Encarnación, seguidora de Francisco de Asís                  

La vida de Madre Encarnación es un reflejo del Evangelio, del que ella fue, sin duda, un fiel testigo.

Su personal seguimiento de Cristo lo realizó tras la estela de Francisco de Asís, cuyo ideal de vida fue, precisamente, la radicalidad evangélica.

Ya desde pequeña, en la escuela, fue formada en el espíritu franciscano, y cuando le llegó la hora de alumbrar el carisma que el Espíritu había ido engendrando en su interior, puso de manifiesto la orientación franciscana del Instituto que Dios había querido fundar por mediación suya, tomando al Santo de Asís como modelo de pobreza, propagando devociones de claro origen franciscano y dando especial solemnidad a la festividad del Santo.

Con todo, donde se puede apreciar de una manera más clara el arraigo del espíritu franciscano en Madre Encarnación es en los valores evangélicos que identificaron su crecimiento personal y distinguieron su actuación apostólica: la misericordia, la fortaleza, la humildad, la confianza en Dios, la minoridad, la fraternidad, y el valor de la paz y de la gozosa serenidad.

FAVOR

“Debo a Madre Encarnación una gracia extraordinaria que recibimos en nuestra familia. Mi yerno sufrió un gravísimo accidente laboral: una máquina le atrapó su mano y sucesivamente el brazo, quedando triturado totalmente, e iba también llevándole su cuerpo. Se pudo parar a tiempo la máquina y mi yerno fue conducido urgentemente al hospital. Allí los médicos dijeron que el brazo era imposible salvarlo, pero que tampoco se contara con su vida, por la gravedad de su estado. Yo me puse a rezar con mucho fervor y devoción a la Madre Encarnación. Tras la operación, los médicos dijeron que todo había sido un milagro, no pudiéndose recuperar el brazo ya que era imposible y nosotros lo teníamos asumido, sin embargo su vida estaba fuera de peligro. Para nosotros fue un milagro obrado por el Señor por mediación de la Madre Encarnación, y nuestra familia está muy agradecida y somos muy devotos de la Sierva de Dios”.
A.M.M.
Badajoz
 
 
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