El
sueño se hace realidad
Esta humilde Congregación continúa engrosando en número y en apuros
económicos, cuando tiene lugar un acontecimiento que, en un futuro, cambiaría su rumbo. En los últimos meses del
año 1886 sufre una grave enfermedad la distinguida señora Doña Mª de los
Dolores Aguirre, que asiduamente ayuda a la Madre con sus limosnas, falleciendo
en la tarde del 26 de enero de 1887. Esta señora, en su empeño de aliviar a la
Madre de su lamentable situación, deja en su testamento para la Comunidad del
Rebaño de María y para las niñas acogidas, que ascienden a un número de 24, la Casa de las
Columnas, en la calle Juan de Andas, nº 12. Es grande el consuelo y el
agradecimiento que siente Madre Encarnación al enterarse de esta noticia de
labios del P. Medina. Ella no comunica nada a las hermanas por prudencia e
indicación del cofundador.
Transcurrido algún tiempo, el Sr. Obispo D. Vicente Calvo y Valero comunica oficialmente la
noticia a Madre Encarnación, y le pide tenga un poco de paciencia, pues ha de reunir a los señores albaceas.
Al conocerse
en Cádiz el testamento de Doña Mª de los Dolores Aguirre, que deja sus bienes
muebles e inmuebles y casa para las niñas, algunos bienhechores retiran sus
donativos, creyendo que ya no necesitan las limosnas que piden.
El Prelado les manifiesta que, debido a un pleito,
existen dificultades con la citada casa, por lo que deben esperar su
resolución. Finalmente, los deseos de la señora Doña Mª de los Dolores Aguirre
no pueden cumplirse al perderse el pleito entablado por los albaceas, quienes,
en lugar de la casa deseada, compran otra en el barrio de San Carlos, calle San
Sebastián, nº 5. La casa necesita restauración,
puesto que había sido el Hospital de Sangre “San Jorge”. El tiempo se
alarga, la obra no comienza ni se aporta ninguna renta para el sostenimiento
del Instituto.
Ante estas necesidades urgentes, el P. Medina se
entrevista de nuevo con el Sr. Obispo, que opta por entregar la llave de la
nueva casa para que se instalen y cuiden de los trabajadores de la obra.
Manifiesta que no puede asignar mensualidad para el Instituto, pero que confía
en la Providencia Divina que aliviará las grandes necesidades. Mucho se habla
en la ciudad de estos contratiempos, lo que mueve a despertar la caridad de los
bienhechores que con sus limosnas vienen a remediar esta situación, llenando de
alegría y gratitud el ánimo de la Fundadora.
El día 10 de agosto de 1887 fue ocupada la casa por
la comunidad y niñas. Actualmente es la Casa Generalicia del Instituto.
Al contar con casa propia el Instituto, se
ampliaron las posibilidades de su desarrollo y se consolida la obra que tantos sacrificios costaba a Madre Mª de
la Encarnación. Ella considera que ha llegado el momento
oportuno para dar respuestas a las jóvenes que se encuentran a la espera de
poder ingresar en el Noviciado.
Esta intrépida Fundadora, al ir aumentando la Comunidad, busca otros
recursos para dar estabilidad a la obra iniciada y proyecta abrir clases diurnas y de
parvulitos para niñas de posición media con una módica pensión, que junto a los
trabajos de labores y las limosnas recabadas en la póstula vienen a remediar
las necesidades del Instituto.
El P. Francisco de Asís Medina y M. Mª de la Encarnación, en
colaboración muy estrecha y siempre abiertos al Evangelio, comienzan a redactar
unas constituciones que sirvan de norma
para la forma de vida del Instituto, basadas en la regla de la Tercera Orden
Franciscana.
En
la redacción de las mismas se mantienen siempre dóciles a lo que el Señor les
inspira en la oración, las hacen objeto de detenido examen, corrigiendo,
perfeccionando, atentos siempre a consignar el verdadero espíritu del
Instituto.
Por este tiempo se presentan nuevas vocaciones lo que
despierta admiración y simpatía en Cádiz, ampliándose el número de bienhechores
y dando lugar a que la Institución sea conocida y despliegue una actividad vigorosa. Esto es motivo de gran confianza para la
Madre, pues el dueño de la mies da el alimento en el tiempo oportuno y no deja
de mostrar su providencia amorosa para quienes esperan en Él. De gran consuelo
es también para ella comprobar el espíritu abnegado y las sólidas virtudes de
las primeras religiosas del Instituto durante los largos años en que la falta
de medios era tan acuciante que, en ocasiones, no podían dar más que un pedacito de pan a las niñas,
quedándose las hermanas sin alimento alguno, siendo no pocos los días que al
toque de campana no hacían sino entrar, rezar y salir del comedor. Forjada en
la aceptación de las contrariedades, con sencillez y humildad hace una oblación
diaria con actitud serena y pacífica en alabanzas al Padre. Muchas veces cuanto
más apremiantes son sus necesidades y contrariedades se la oye por el claustro
entonar cánticos de alabanza al Creador.
Tras
ser examinadas, las Constituciones son aprobadas por el Sr. Obispo de Cádiz D.
Vicente Calvo y Valero, el 3 de Febrero de 1891, suceso feliz que encamina el
Instituto hacia una sólida estabilidad.
Terminada,
por fin, las obras, el 12 de abril de 1891, Fiesta de María, Madre del Buen
Pastor, es inaugurada la Casa y Capilla de la Calle Costa Rica, nº 5, por el
Sr. Obispo D. Vicente Calvo y Valero, acompañado del P. Medina y dos
sacerdotes, con asistencia de la Comunidad religiosa, las niñas y numerosas
personas que acuden a tan hermoso acto de la inauguración del Asilo, bendición
de la Capilla y celebración, por vez
primera, de la Santa Misa.
AGRADECIMIENTO
A LA MADRE Mª DE LA ENCARNACIÓN
Son
muchas las primaveras que llevo a la espalda y desde pequeña me enseñaron a
conocer, querer y tener presente en mi vida a la Divina Pastora y por ende a la
Madre María de la Encarnación. La he tenido presente en todos los momentos
felices y tristes de mi vida. Su vida ha sido ejemplo de humildad,
perseverancia, fe y con un corazón y tenacidad tan grande que me inspiran
confianza y tranquilidad cuando en mi familia se viven momentos difíciles.
En
este año hemos vivido dos situaciones extremas que me han hecho dirigirme a
ella para pedir dos favores. En el primero pedí su intercesión ante una grave
intervención quirúrgica a la que se iba a someter mi marido. La operación, un
tumor ocular, era muy delicada cuyas consecuencias podía poner en peligro tanto
su vida como la calidad de vida que podría tener si superaba la intervención.
Al día de hoy está perfectamente, los médicos le han dado el alta y sigue
haciendo su vida normal igual que antes de la intervención.
La
segunda vez que me dirigí a ella fue para que ayudara a mi hija y mi yerno a
encontrar un trabajo para poder llevar adelante a su familia, sus proyectos,
pero sobretodo que les devolviera la ilusión y la autoestima que estaba empezando
a hacer mella en sus corazones. Y cuando la situación más les apuraba, cuando
se les acababan las prestaciones sociales y veían como única posibilidad el
tener que emigrar a otro país, pedí la intercesión de la Madre Encarnación y
encontraron trabajo los dos al mismo tiempo.
Solo
en estos casos muy extremos y con mucha fe he pedido la intercesión de
esta Sierva de Dios, por eso reconozco
su gracia y desde la humildad con la que ella vivía su vida y emprendía sus
proyectos yo quiero publicar mi agradecimiento.
Antigua
Alumna de Los Barrios
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