Controversias
internas en el Instituto.
Por
el año 1906, cuando la Congregación parecía ya suficientemente arraigada y
asentada, Madre Mª de la Encarnación experimentó un nuevo motivo de dolor y
sufrimiento. En esta ocasión la cruz no era ni el sentimiento de soledad, ni la
enfermedad, ni tan siquiera la escasez de medios. Se trataba de algo, si se
quiere más doloroso aún, para el ánimo humano. Se trataba de la ingratitud de
quien venía comiendo el mismo pan y untando en el mismo plato.
Algunas
hermanas, a pesar de de haber compartido las estrecheces y pobreza de Madre Mª
de la Encarnación desde los inicios y a pesar de ser testigos privilegiados de
sus sufrimientos y desvelos, no tenían, buenas intenciones y llegaron a poner en grave peligro la
estabilidad del Instituto. Llevadas de esa vanidad llegaron a considerar que
Madre Encarnación no les confiaba los cargos para los que ellas se sentían
capacitadas y de los que, además, se consideraban merecedoras.
Estas
hermanas elevaron sus quejas y protestas a instancias superiores que, a su vez
requirieron la intervención del Padre Medina, como director que era de la
Congregación.